jueves, mayo 11

¿Como empacar toda una vida en dos maletas?

Ayer 10 de mayo cumplí un año en Costa Rica. Como muchos de mis hermanos venezolanos, este no fue un viaje de placer, de unas vacaciones largas o de una oferta de trabajo, sino de un nuevo proyecto de vida obligado. No es fácil dejar todo lo que construiste toda tu vida, dejar los sueños, las metas, los recuerdos, los afectos y meter lo indispensable en 2 maletas…



Crecí en la mal llamada “cuarta república”, donde la vida política se dividía entre dos partidos: Acción Democrática y Copei. La confrontación por ideologías políticas solo se veía en tiempo de elecciones y al pasar este tiempo, era común ver a adecos y copeyanos compartiendo un café, de la misma manera en la que, al acabar un juego de beisbol Caracas-Magallanes, los fans se reúnen en una arepera a tomarse unas cervezas.

En ese tiempo la meta estaba clara: si estudias y te gradúas, podías conseguir un buen trabajo, lo que te daba la oportunidad de comprar tu carro, tu casa, viajar, etc. Las únicas colas (filas) que hacíamos era para pagar la compra en el supermercado un día de quincena. Podías elegir lo que te diera la gana siempre que tu presupuesto lo permitiera. Todavía recuerdo uno de los comerciales de la mayonesa Mavesa que decía “¿cómo sabes que no te gusta si todavía no la has probado?” había donde elegir…

Fuimos la joya de Suramérica, el país que todos querían visitar, por sus bellezas naturales, por la manera de ser de sus habitantes y porque siempre tuvimos las puertas abiertas a todos aquellos inmigrantes que por una u otra razón habían abandonado su país para echar raíces en Venezuela. Mi país acogió gente de Europa cuando la segunda guerra mundial, españoles, portugueses, italianos. La Candelaria, en Caracas es la mejor muestra de ello, lleno de restaurantes atendidos por la colonia europea. Y que me dicen de la Colonia Tovar? un pueblito lleno de alemanes, con su arquitectura y al que siempre vamos a visitar. Tambien le dimos refugio a aquellos inmigrantes que venian huyendo de dictaduras como la de Noriega en Panamá o la de  Pinochet de Chile, o los que venían huyendo por la guerrilla en Colombia... a todos ellos tambien les ofrecimos refugio. 


¿Había corrupción? Si…como en todas partes, sin embargo, el venezolano común vivía tranquilo, en paz. Podíamos transitar en nuestros vehículos con los vidrios abajo, podíamos andar por la calle con nuestro Baby Nokia colgado en un estuche en nuestro cinturón, podíamos salir de noche a bailar sabiendo que sólo debíamos evitar ciertas zonas que eran “peligrosas”.

Si debo echarle la culpa a todo lo que está viviendo mi país en este momento, puedo decir sin equivocarme que fue el cansancio que ocasionaron los partidos políticos de la época, el descontento popular y la malversación de fondos que fue aprovechado por Chávez para convertirse en presidente.
 
Todavía recuerdo aquel famoso video de Orlando Urdaneta que dice “no vale…yo no creo”, con su visión casi fatalista de lo que el veía venir en Venezuela. Debo decir que yo fui una de las que pensó lo mismo, porque le tenía fe a mi pueblo y pensaba que no nos dejaríamos convertir en una sucursal de Cuba. ¡Cuán equivocada estaba…! Y aunque marché, voté y firmé en contra de este gobierno, no parecía estar funcionando. Recuerdo tener una botellita pequeña de Baileys, que, aunque yo no bebo, estaba dispuesta a bebérmela completa si ganábamos alguna elección, pero como ven, nunca la abrí.


Realmente tuve la esperanza por 17 años de que las cosas cambiarían, que la situación no se podía poner peor, que el venezolano lucharía, pero, aunque luchamos, es muy difícil pelear desarmado contra quienes tienen todas las armas y no dudan en usarlas.

¿Mis sueños antes de toda esta locura? Pues viajar a todos esos países que siempre desee conocer, y cuando estuviera más “viejita” y con mis hijos casados e independientes, aplicar mi plan B, comprar una linda casa de dos pisos cerca del mar y convertirla en una pequeña posada, vivir en la parte de arriba y alquilar las habitaciones de abajo. Sentarme frente a la ventana y dedicarme a mi mayor pasión: la escritura…

Pero aquí estoy, a los 49 años lejos de mi país, y con ese sueño que no pude meter en mis maletas. Costa Rica es un país maravilloso y he tenido la suerte de encontrarme con personas que me han dado la bienvenida. El tico es tan parecido al venezolano…es amable, es colaborador, es simpático, y lo mejor…entiende por lo que mi pueblo está pasando.

Los que nos fuimos de Venezuela estamos claros que debemos empezar de cero, que no nos podemos poner “exigentes” en cuanto al trabajo que podemos conseguir y que la prioridad es generar el dinero suficiente para cubrir nuestros gastos y ayudar a los que dejamos en nuestro país.

Los que pedimos refugio no estamos buscando quitarle el trabajo a nadie, aceptamos aquel trabajo honrado que muchos no aceptan. No estamos pidiendo que el estado nos mantenga, ni venimos a robar ni a pedir limosna. El venezolano que llega a cualquier país está consciente que debe actuar bajo perfil, que no importa si te graduaste de ingeniero o de odontólogo, o si eras una secretaria ejecutiva o dueño de una empresa, todos esos títulos o esa experiencia de nada sirven en esta nueva situación y uno se debe adaptar. Entonces es tan común ver profesionales venezolanos vendiendo comida, limpiando casas, trabajando en supermercados o conduciendo un taxi. Cuando la situación te obliga a emigrar todos esos títulos se desvanecen y lo único que importa son tus ganas de sobrevivir.

Los que nos fuimos no nos sentimos menos por todo esto, al contrario, agradecemos a Dios que tenemos un techo donde dormir, que tenemos un trabajo, que podemos elegir que comprar y cuantas cosas comprar, que sabemos que al final del día, podemos llegar a salvo a nuestras casas sin importar la hora.

Y para todos aquellos que me regalan un poquito de su tiempo para leer mis artículos, quiero pedirles que se conviertan en voceros de mi país.
 
En Venezuela HAY UNA GUERRA CIVIL, las pocas noticias que se filtran sólo son la punta del iceberg de lo que realmente está sucediendo. Lo que hay en mi país es una DICTADURA que está obligando a su gente a huir y masacra a los que se quedan. En más de un mes de protestas han muerto más de 40 personas y el descaro es tan grande que la guardia nacional y la policía bolivariana, quienes deberían defender al pueblo, lo están asesinando sin importar si son filmados o fotografiados. Vean los videos en YouTube, vean las publicaciones en Twitter. A mí no me lo contaron, yo lo viví. Más de una vez me tuve que encerrar en el baño con mis hijos y mi gata intentando respirar mientras lanzaban bombas lacrimógenas al edificio donde vivía y escuchabamos de fondo los gritos desesperados de los vecinos mezclados con las balas y el ruido de las motos de los "colectivos".


La gente ya no tiene comida, los niños se mueren por falta de medicinas, nuestros jóvenes son asesinados por el hampa, y mientras todo esto pasa, el presidente baila en cadena nacional sobre los cuerpos y la sangre del pueblo. ¿En qué momento los militares, la policía y empleados públicos, incluyendo el “presidente” olvidaron que SON EMPLEADOS DEL PUEBLO? ¿Qué su sueldo lo pagan los impuestos y el trabajo de los venezolanos? ¿Por qué un país cuyo Libertador Simón Bolívar, pudo libertar CINCO países a caballo, con soldados venezolanos, no recibe el apoyo de la comunidad internacional? NOS ESTAN MASACRANDO y lo único que veo es políticos hablando de diálogo. Yo pregunto ¿Cómo dialogas con alguien que te apunta a la cabeza? ¿Cómo protestas ante un gobierno que legaliza disolver las marchas con balas? ¿Cuántos muertos más debe haber para que la comunidad internacional levante la voz y acepte que tenemos un dictador que nada tiene que envidiarle a Calígula o Nerón? Un dictador que pone de carne de cañon a sus simpatizantes para que agredan a sus propios compatriotas, apoyando una ideología que solo ha sembrado odio y separación.


Lo único que pido es que todo aquel que en algún momento esté en una conversación donde se hable de la situación de Venezuela diga lo que estamos pasando, porque entre más personas sepan el genocidio que vive mi país, menos adeptos al legado chavista habrá. Por ahora tengo sentimientos encontrados, por un lado la tranquilidad de que mis hijos y yo estamos a salvo, pero por otro lado la impotencia y la rabia de saber lo que pasa dia a día ante la mirada cómplice de aquellos que pueden hacer algo pero que prefieren callar....

Gracias por leerme… se les quiere
Besos




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