jueves, enero 5

Espejismos - Cuarto Capítulo


     A medida que avanzaban el semblante de Marcos cambiaba, estaba más callado y un poco pálido, se quejaba en algunas ocasiones de sentirse débil. Lorena sabía que se estaban  acercando a la montaña y que pronto dejaría de sentir el  calor de su hijo, así que durante todo el trayecto no dejó de  cargarlo. Le repetía constantemente que lo amaba, que  pronto llegarían, le besaba el rostro y trataba de no  llorar frente a él. Javier no estaba seguro de estar haciendo  lo correcto. "Quizás todo fue un sueño, un estúpido sueño, y  aquí me encuentro fuera de mi casa y en un viaje sin sentido.  ¿Quién me garantiza que este viejo loco no me miente, y si  la tal Lucero fue producto de mi imaginación?. Aún así es  cierto lo que el viejo nos dijo, la salud de Marcos ha  desmejorado mucho y hace dos días que siento como si alguien  nos estuviera siguiendo". Miró con ternura a su esposa y  siguió su camino en silencio. 

    

     Realmente Javier estaba en lo correcto, hacía dos días  que los aldeanos los estaban siguiendo. Se dividieron en tres  grupos. El primero los seguiría durante todo el viaje. El  segundo se colocaría al pie de la montaña para obstruirles el  paso y el tercer grupo rodearía el templo para evitar que el  niño entrara y darles muerte a todos si los dos grupos  anteriores fallaban.
        

     Pasaron dos días más y el primer grupo de aldeanos ya  se hacían visibles para nuestros viajeros. Javier podía ver  sus rostros llenos de odio y sabía que en cualquier momento  se acercarían a darles muerte. Las provisiones estaban casi  agotadas y la salud de Marcos empeoraba. Apenas hablaba, sólo  nombraba a su madre y permanecía con los ojitos cerrados. Sus  largas pestañas negras marcaban un contraste muy fuerte con  la palidez extrema de su rostro. Lorena lo miraba inmutable,  no salían lágrimas de sus ojos y de sus delgados labios sólo  salían expresiones de amor para Marcos. 
    

     Canciones de cuna lo arrullaban mientras ella lo apretaba  suavemente contra su pecho y sus largos cabellos castaños  cubrían su delicada piel. Javier admiró a su esposa más que  nunca. Admiró su resignación y su entereza de carácter. No  podía comprender como no expresaba su dolor. "Con lo llorona  que es no comprendo como puede estar tan calmada" pensó  Javier. 
       

     Sin embargo lo que Javier no sabía era que su esposa  sentía  que se moría por dentro. Por cada gemido de Marcos  sentía que  el corazón se le comprimía y un dolor agudo lo  atravesaba  como si fuera un puñal. Cada vez que su hijo  pronunciaba la  palabra "mamá" con su delicada vocecita debía  sacar fuerzas de donde no tenía para no romper a llorar.

     Casi al atardecer de ese día acamparon a un kilómetro  de la montaña. Javier tomó un saco pequeño y comenzó a  recolectar cuanta piedra mediana había a su alrededor.  Después de llenar el saco lo guardó y se reunió con su esposa  y el anciano.  
      

     El anciano casi no habló durante todo el trayecto,  parecía hipnotizado. Le informó a Javier el camino a seguir  para el día siguiente.  


‑ Mañana ‑ dijo el viejo ‑ los aldeanos que nos han estado  siguiendo nos atacarán.  


‑¿ Cómo puedes estar tan seguro de que será mañana?, hasta  ahora sólo nos han estado siguiendo. 


‑ Yo sé lo que te digo, hasta ahora nos han estado siguiendo  porque no están seguros de que sigamos adelante. No es usual  que dos personas como ustedes lleven a su hijo al  sacrificio. Estaban seguros de que flaquearían pero ya hoy se  han dado cuenta de  que no es así.  


‑ Si lo que dices es cierto, significa que a partir de mañana  comenzaran a luchar con nosotros. Lo extraño es que si ya  están convencidos ¿por qué no nos matan mientras dormimos?.  


‑ Porque deben hacerlo a la luz del día, así está escrito.  


‑ Entonces ¿ cuál es el plan a seguir?.    
    

     El anciano tomó una rama y comenzó a dibujar sobre la  tierra. Hizo una especie de mapa y le dijo a Javier:  


‑ Ellos se han dado cuenta de que tu mujer no suelta al niño  para nada, así que deben estar convencidos de que será ella  quien lo lleve al templo. Mañana llevarás a tu hijo pegado a  tu pecho y te pondrás una manta para que no se den cuenta del  cambio. Tu mujer deberá juntar mucha tela en un saco y darle  la forma de tu hijo. Deberá actuar de la misma forma para que  no noten la diferencia, de ustedes dos depende que ellos crean  que es la madre la que lleva al pequeño. 


‑ Pero de esa forma lo que lograremos es que si notan el  cambio lo primero que harán será asesinarla a ella ‑ dijo  Javier preocupado. 
 

‑ Tiene razón el anciano, ‑ dijo Lorena que en toda la  conversación había permanecido callada ‑ prefiero despistarlos  haciendo que de esa forma me sigan.  


‑ ¡ Pero te matarán !!!. Ya es bastante que pierda a mi hijo  por un estúpido cuento para que esos desgraciados maten  también a la mujer que amo.  
      

      Lorena puso sus dedos con ternura en los labios de  Javier, luego rodeó su cuello y lo atrajo hacia sí y lo besó  largamente. Era un beso dulce, callado, cómplice, tierno. Al  terminar Javier miró al viejo y dijo:  


‑ Pués bién, no se hable más del asunto, ya sabemos quien  manda, así que yo llevaré a Marcos y Lorena a los trapos.  Ahora debemos planear el camino a seguir. 


‑ Debemos tener cuidado pués están armados.  


‑ ¿ Si? ,no me digas‑ dijo Javier en tono burlón‑ pues no  teman porque yo los protegeré con mis piedritas asesinas.     
   

            Lorena echó a reír mientras veía a su esposo haciendo  piruetas. Sin embargo el anciano estaba serio.  


‑ Esto no es un juego ‑ dijo en tono severo‑ la vida de todos  esta en peligro y tu te comportas como un idiota.  


‑ Tienes razón anciano ‑ se disculpó ‑ dime que debemos  hacer. 


‑ Mañana al llegar al pie de la montaña tendremos que  separarnos. El camino hacia el templo es subiendo en línea  recta hacia la cima. Es el más corto y el que los aldeanos  suponen que seguiremos.  Por ese  lado irá Lorena para  despistarlos mientras tu y yo iremos por lados contrarios, tu  por la derecha y yo por la izquierda. Yo tendré bajo mi manta  otro saco igual al de Lorena por si descubren que es un  fraude. Para cuando eso suceda ya tu estarás fuera de su  vista pues entrarás en estas cuevas ‑ dijo señalando en el  mapa y prosiguió ‑ Entonces me seguirán a mí porque Lorena les  dirá que yo tengo al niño. De esta forma te dará tiempo de  llegar a la cima y entrar con el niño al templo. Debes tener  mucho cuidado y mucha fe. Mientras más te acerques a la cima  tu hijo irá agonizando. 


‑ ¿ Y qué se supone que debo hacer una vez dentro? ‑preguntó  Javier.  


‑ Eso no lo sé, mi misión fue traerlos hasta aquí y lo he  cumplido. Se supone  que tu debes saber que hacer, así está  escrito.  


‑ Está escrito, ¿eso es todo lo que sabes decir, y donde está  todo eso que  yo no  he leído. Acaso algún cuento que dejé de  leer en  mi infancia, o  algún  libro  que no compré?. Y  ¿quien fue el gracioso al que se le ocurrió ese cuento  estúpido y por el que yo debo perder a mi hijo?. No puedo  aceptarlo, esto es demasiado para mí. 
       

     Se  acercó  a  Lorena  y  miró  a  su  hijo. No  sabía  como reaccionar, Marcos estaba pálido, no hablaba, no se  quejaba y su piel estaba perdiendo calor. Se llevó las manos  a la cabeza y dió un grito tan fuerte que estremeció hasta a  los árboles. Las lágrimas corrían por su mejilla y su mirada  estaba como ausente. Miró a su esposa acusadoramente y  preguntó:


‑¿ Qué clase de madre eres que llevas a tu hijo serenamente a  la muerte?  
      

     Lorena lo miró pasivamente y en voz muy baja pero  llena de un dolor inimaginable le respondió:  


‑ ¿ Es que acaso crees que tu eres el único que sufre, es que  piensas que yo no siento nada? ¿ Quien te imaginas que soy?  Yo más que nadie deseé este hijo, yo recé durante dos años  día a  día  para  engendrarlo. Yo  disfruté cada uno de sus  movimientos en mi vientre y hasta sentí placer por cada una  de las contracciones al momento del parto. Todo lo acepté con  la mayor dicha por que lo deseaba . Yo lo amamanté  hasta que mis pechos estuvieron secos y lo crié con todo el  amor que solo una verdadera madre sabe dar. Soñé con su  futuro y con las cosas hermosas que algún día haría. Y  después de tantas cosas hermosas que he vivido junto a él y  junto a tí ¿ Crees que estoy muy feliz ?. Yo tampoco puedo  aceptar lo que está sucediendo pero déjame decirte algo...‑  sus ojos estaban llenos de lágrimas y su voz era  entrecortada, casi no podía hacerse escuchar. Respiró  profundamente y tomó fuerzas de donde no tenía para continuar  ‑ No crié a mi hijo para que unos bastardos sin corazón lo  asesinen sin razón, antes de que eso suceda y si no tengo  otra alternativa prefiero que su alma esté en un lugar  sagrado con el Dios del Este y no verlo mutilado por esas  bestias sedientas de sangre. Su corta existencia...su corta  existencia y su muerte no serán en vano. Así que cálmate pués  para mí es como si me arrancaran el corazón y ya no se si  puedo seguir adelante.  
 

     Javier permaneció en silencio durante un corto tiempo,  se arrodilló frente a ella y le pidió perdón por su  inconciencia. Esa era la última noche que pasarían con su  hijo así que se acostaron juntos con el niño entre los dos y  pasaron casi toda la noche acariciándolo, besándolo,  cantándole y contándole cuentos de hadas. La respiración de  Marcos parecía un suspiro, suave y continuo. Apenas movía los  labios y ellos sabían que su hijo estaba agonizando.





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