Espejismos - Primer capítulo
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Vamos a comenzar por publicar en varios capítulos parte de la novela corta que dio origen a mi seudónimo "Espejismos". Esta novela la escribí en el año 1990 con aquel antiguo programa "Wordstar 5.0".
Luego en el 2014 tuve la oportunidad de publicarla dentro de una antología de la editorial Negro sobre Blanco, junto a otros escritores venezolanos. En agosto de 2018 decidí publicarla en Amazon, con una nueva portada y de manera individual. Si quieres saber en qué me inspiré para escribirla encontrarás todos los detalles haciendo clic en la imagen
Como dije anteriormente, la iré publicando en varias partes, así que deben estar pendientes para no perderse ningún detalle de esta interesante historia. ¡Espero que la disfruten!
Espejismos
Hace muchos años en una pequeña aldea una
leyenda nació. Se decía que para borrar
la maldad y la destrucción del mundo, un niño debía ser sacrificado al Dios del
Este, para así calmar su enojo y salvar
al resto de la humanidad. Pero si por el
contrario el niño se alejaba del Dios del Este para ir hacia el Dios del Oeste, dios del mal, todo
lo bello y lo bueno se perdería y la
maldad reinaría para siempre. Y sucedió que la leyenda se olvidó y por no
recordar hacia qué lugar llevar al niño, cometieron el error y la maldad
surgió.
Y los años pasaron y sólo los viejos de
la aldea esperaban que la leyenda se
llevara a cabo mientras veían con dolor
como todo estaba corrompido y la inocencia y la bondad se perdían.
Pasaron 20 años y de pronto un día
llegaron a la aldea dos jóvenes recién casados que estaban en busca de paz
y tranquilidad. Habían abandonado la
gran ciudad por no soportar toda la
injusticia y la mentira que poco a poco se
había apoderado de casi todo ser viviente. Buscaban un refugio, un lugar donde poder tener hijos y
criarlos sanamente.
Pero en esta aldea los niños eran considerados una amenaza, así que cuando una niña llegaba a la
pubertad era expuesta a una operación quirúrgica donde se le
extirpaba todo el aparato reproductor
dejándola estéril para siempre. De esta forma la tasa de natalidad disminuyó de
manera considerable y dio rienda suelta al sadismo y prostitución.
Lorena y Javier no conocían las
leyes de la aldea a la que acababan de llegar así que por precaución
decidieron alquilar una cabaña en las afueras y formar allí su propio hogar. Compraron dos caballos, una vaca y
varios animales de corral y se dedicaron
a trabajar la tierra y vivir de lo que
ella les brindaba.
Nadie les prestó atención, todos los
aldeanos estaban demasiado ocupados con sus padecimientos y
maldades como para preocuparse de un par de forasteros. Sólo
un anciano se percató de su llegada.
Buscaron la manera de procrear, pero
el tiempo pasó y el deseo de la pareja no se cumplió pues ella
no pudo quedar embarazada. Ella comenzó
a llenarse de frustraciones y la
vida, poco a poco, se le fue tornando gris.
Lorena, en su desesperación, acudió
a cuanto médico y especialista habían el
la aldea pero todas las respuestas eran
desalentadoras. Ella estaba segura que
no había sido intervenida nunca a
una operación de infertilidad pero
aún así la respuesta era negativa, ella
no podía procrear.
Un día, en el lago que bordeaba la
cabaña, Lorena contemplaba dos
pajaritos que se turnaban para empollar
su huevo. Javier trabajaba la tierra muy cerca de allí.
Lorena lo observó durante largo tiempo y luego comenzó a llorar
en silencio. De pronto sintió una mano en el hombro y se
volvió asustada. Era un hombre anciano, de cabello sumamente
canoso y ojos de un negro profundo. Lorena se asustó pero el anciano tomó sus manos y la calmó.
Aquel contacto de sus manos entre
las de él le hizo sentir una paz que jamás había sentido y sin conocer
a aquel hombre se echó a llorar en su regazo. El acarició
sus cabellos y escuchó atento a todos sus lamentos. Cuando Lorena se calmó el anciano la miró y dijo:
‑ Entiendo
tu posición y lo que sientes, hace años mi esposa, que en paz descanse también lloró como tú. Nosotros sí tuvimos un bebé, un varón fuerte y hermoso pero la
fatalidad se encargó de llevárselo antes de que pudiéramos
hacer algo. Aún así, si no hubiera muerto naturalmente, los
de la aldea lo hubieran asesinado. Ellos saben que un niño es un
peligro y cuando se percatan de la existencia de alguno,
corren a matarlo, como si fuera una carnada y ellos unos zorros hambrientos.
Lorena lo miró interrogante, pero él
continuó.
‑ La leyenda dice que un día un niño de inocente mirada
será llevado ante la presencia del Dios del Este para abogar
por la
humanidad. Entonces todo el mal que existe se acabará y aquellas
almas impuras caerán en el infierno por toda la eternidad. Eso es lo que todos aquí tratan de evitar
pues aunque casi toda la humanidad está corrompida la
leyenda dice que es aquí, en este pueblo donde ese niño
nacerá. Por ahora todos se divierten haciendo todo el mal que
pueden, violan, matan, roban,
lastiman...
‑ Entonces ¿que debo hacer? ‑ preguntó Lorena ‑
no deseo tener un hijo para que luego los aldeanos traten de
matarlo por un simple cuento.
‑ No es un cuento ‑ dijo el anciano ‑ es la
esencia de este lugar, la creencia de este pueblo, es su propia biblia,
y matarán a cualquiera que trate de cambiarla.
El anciano apartó a Lorena, besó sus
manos y se despidió deseándole suerte y prosperidad.
Esa noche Lorena habló con Javier y
le contó su encuentro de esa tarde. Javier se enojó por la
ingenuidad de su esposa. Le prohibió seguir hablando con
personas que no conociera, y le pidió que no creyera en las tonterías
que aquel viejo senil le había contado. Lorena obedeció a su esposo y a medida que pasaba el tiempo el recuerdo de
aquel encuentro se fue borrando de su mente.
Pasaron dos años y
el sueño de Lorena y Javier se hizo realidad. El tan esperado hijo llegó, un varón fuerte y hermoso llenó su
existencia. Ella lo amamantó hasta casi el año y su padre le
enseñó todas las cosas que la naturaleza ponía a su alcance. El niño creció
sano y un poco frágil. Era de contextura normal, de cabello ondulado y negro, ojos grandes
color miel, largas pestañas, piel
blanca y una vocecita tierna y dulce. Lo
caracterizaba su nobleza e inocencia. Lorena daba gracias al Dios
Supremo todos los días por tener a Marcos a su lado.
Y así pasaron tres años más en
aquella felicidad de hogar. Una noche Lorena se encontraba en la
habitación de Marcos, sentada al lado de su camita azul que con
tanto cariño le había hecho Javier en su tercer cumpleaños. Terminaba
de ponerle la manta encima y lo miraba embelesada mientras
el niño se dormía. "Es hermoso" pensaba,"si es así a los tres años me imagino como será cuando sea todo un hombre". Pero entonces una sombra pasó
ante sus ojos. Miró asustada hacia la ventana y vio con horror el rostro de
un viejo mirándola fijamente. Aquel
rostro le pareció familiar pero no podía
recordar donde lo había visto antes.
El viejo movió la cabeza en forma de saludo y ella le
hizo un gesto para que entrara a la
cabaña. Terminó de arropar a Marcos,
apagó la lámpara y fue a buscar a Javier para contarle mientras iban a abrirle la puerta al anciano.
Lo invitaron a sentarse en el comedor
mientras Lorena les servía café. Javier
miraba al visitante con desconfianza. El anciano tomó un sorbo de café, los miró y contó el motivo
de su visita.
‑ Estoy aquí ‑
dijo ‑ para prevenirlos. En la aldea ya todos
sospechan de la presencia del niño. Todos están nerviosos y ya están buscando la manera de eliminar al
pequeño.
Lorena quedó petrificada y la taza
de café resbaló de sus manos causando un
ruido seco al quebrarse en el suelo. Se
oyó la vocecita de Marcos llamando a Lorena. Ella reaccionó y fue a buscarlo. Regresó con el niño en brazos
y se sentó en la mecedora cerca de su
esposo. Ella lo apretaba contra su pecho
y la lágrimas corrían por su mejilla mojando así la manta que lo cubría.
Javier miró a su esposa y dijo que
lo mejor era partir cuanto antes. El
anciano asintió y dio a Javier un mapa donde
estaba marcado el camino a seguir hacia un escondite seguro lejos de las montañas.
‑ Deben alejarse
de las montañas,de esa forma no le pasará
nada al pequeño. Mi consejo es que partan esta misma noche para que al amanecer estén lejos de aquí. Si
lo desean yo puedo acompañarlos pues
conozco todos los caminos hacia un buen refugio.
La pareja aprobó la idea y
prepararon todo para el viaje.
Ensillaron los caballos y guardaron en alforjas comida, ropas y todo lo que tuviera algún valor pues
tenían el presentimiento de que pasaría
mucho tiempo antes de que pudieran
regresar.
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